¿Un nuevo desastre mundial?

Cuando parecía haberse superado la amenaza del coronavirus, surge un conflicto bélico que puede llegar a afectar la seguridad del planeta, evidenciando la necesidad de que exista un ente que tenga la autoridad y el poder para controlar este tipo de situaciones, y de esta forma mantener la tranquilidad de la población
Imagen enviada por el autor de la nota de opinión, Xavier Encinas

El mundo se encuentra aterrado por la invasión rusa a Ucrania que inició el pasado 24 de febrero y que ha puesto de manifiesto los horrores de la guerra: destrucción, muerte y desolación.

La preocupación no es injustificada si se tiene en cuenta lo siguiente: el gigante ruso posee un arsenal nuclear y está dispuesto a utilizarlo, la OTAN espera agazapada el momento para intervenir democráticamente y agravar el conflicto, el vergonzoso descubrimiento centros de experimentación con material biológico en Ucrania, los efectos adversos de la guerra sobre la economía mundial y una posible crisis alimentaria en Europa.  

La contienda se presenta oportunamente en el momento en el que el artificio del coronavirus (faltó de fuerzas debido al desgaste de dos años), ya no podía contener a la población. Una población envalentonada que le pedía cuentas a sus autoridades por las arbitrariedades cometidas durante el confinamiento.

El vigor de esas voces ha sido confinado (nuevamente), pero está vez el motivo es la guerra. Lamentablemente, los que hoy deciden el destino de la vida de miles de ucranianos son los mismos tecnócratas que provocaron el conflicto

Está claro que la celeridad de la guerra y la construcción de una especie de film de acción al mejor estilo Hollywood a través de los Mass Media (grandes conglomerados de comunicación), no ha permitido que se pueda dimensionar a cabalidad lo que estaba sucediendo, que no era poco considerando que las autoridades, fastidias por la insubordinación de la población, decidieron dejar de lado el “protocolo” y las “buenas maneras” e iniciaron abiertamente una casería contra los agitadores que enarbolaban la libertad y manifestaban abiertamente su repudio e irreverencia hacia al totalitarismo que buscaba implantarse, aquellos que le recordaron al resto de la población que es el pueblo quien toma las decisiones. Eso ha quedado archivado, ya no es necesario mencionarlo, pero si se lo hace, debe ser para la mofa o para señalar que es lo que no se debe hacer.

Hoy es necesario conmiserarse con la desdicha de los pobres ucranianos, existe una obligación moral de hacerlo, al menos así lo afirman los informativos y los generadores de corrientes de opinión, pero ojo, debe ser un acto sincero y auténtico que solo puede ser validado mediante la adopción de los slogans que difunden los Mass Media, no vaya a ser que no lo hagas correctamente y descubran que eres un fascista prorruso.

De la misma forma, también es necesario dedicar dos minutos de odio para maldecir al malvado y sanguinario Vladimir Putin, quien ni se ha ruborizado a la hora de encarnar al despreciable Emmanuel Goldstein (personaje ficticio de la novela 1984 de George Orwell), y en estos instantes es el protagonista de las peores pesadillas del mundo.

Resulta extraño e inconcebible que dos “camaradas” (Zelensky-Putin), antes cercanos, se hayan enemistado tan terriblemente, hasta el punto de que consumidos por el odio decidieran batirse a duelo.

Bueno, ellos no se enfrentan en el campo de batalla, no reciben las balas, no lloran a los muertos ni quedan mutilados, lo suyo es el duelo propagandístico que se llevan a cabo en la comodidad de oficinas o salas de prensa mediante declaraciones rimbombantes que son aplaudidas y vitoreadas por sus lamebotas, declaraciones que van materializando el hecho histórico para la posteridad.

Atrás quedaron los días en los que producían películas juntos, o es que acaso se cansaron de producir películas intrascendentes y decidieron montar una colosal obra de teatro con bombas, crímenes de lesa humanidad y éxodos masivos, todo para poder cautivar a la mayor audiencia posible, un público que experimenta este tipo de eventos pasivamente.

Ante esta inquietud, es el oligarca ucraniano Igor Kolomoisky (íntimo amigo de ambos) el único que puede ofrecer más detalles de la situación y aclarar si se trata de una guerra real o solamente estos dos líderes decidieron transmitir en directo una partida de ajedrez.

En fin, es evidente que este tipo de personajes (fuera de las cámaras), aún mantienen cierta cercanía, de la misma forma que continuarán entablando fraternales conversaciones allá en los foros económicos y cumbres de gobernanza mundial donde se reúnen los individuos que tienen la osadía de decidir arbitrariamente el destino del planeta, apañados por el dinero y el poder.

Allá donde se negocia herméticamente y se prescriben dictamines que deben ser impuestos al resto de la población a través de la persuasión o el rigor de la fuerza. Parece ser que las personas están condenadas a vivir permanentemente este tipo de eventos durante los próximos años, mientras marchan rumbo al 2030 y poco a poco van descubriendo que la sumisión no es tan desagradable, después de todo, la obediencia es una virtud.

Por: Xavier Encinas