Se necesita ganar espacio a través de los debates, para avanzar hacia la derecha.
Opinión de Jorge Luis Molina

Tras la caída del muro de Berlín y la desaparición de la URSS, la derecha se quedó con el premio de la guerra fría, festejó la ideología económica implementada en casi todo el mundo y brindó porque la clase obrera iba siendo favorecida por el capitalismo al ir aumentando su poder adquisitivo; fue así como los derechistas se concentraron más en querer cambiar de auto en vez buscar imponer ideas por el mundo.
Lamentablemente, los conservadores se olvidaron de aquello que vendría a ser la reivindicación de la izquierda mundial: “El socialismo del siglo XXl”, con una nueva etapa política llamada “progresismo”, que encontraba su futuro en Sudamérica en el “Foro de São Pablo”; espacio constituido para reunir esfuerzos de los partidos y movimientos de izquierda latinoamericanos, para debatir sobre el escenario internacional socialista post era soviética con el objetivo de combatir las consecuencias del liberalismo económico en sus países.
En está ocasión, ya no servía hablar de la reforma agraria, mostrar la hoz y el martillo o repetir el discurso de la lucha de clases. Había que cambiar las balas por papeletas, la lucha de clases por luchas de género, y manipular el pensamiento de la mayoría para crear conflictos sociales.
Uno de los mayores líderes del socialismo latinoamericano a finales del siglo XX, Hugo Chávez, termina demostrando cómo el discurso en contra del Gobierno de Estados Unidos y de igualdad para todos resonaba entre las masas.
Chávez, intenta un golpe de Estado que lo lleva temporalmente a la cárcel, dónde obtiene fama, para quedarse en el poder desde 1999 hasta 2013.
Mucho más al sur de su país, en Bolivia, un joven sindicalista, llamado Juan Evo Morales, seguiría su ejemplo, enamorando a las masas y quedándose un período similar en la silla de presidencia. Su discurso nace con un concepto de revolución “indigenista”, que se aprovecha el acercamiento a los 500 años de la colonización de América y copia el discurso anti-gringo de Chávez.
La izquierda consiguió los medios de comunicación, las masas, las cátedras, y en conjunto: la cultura. ¿Y qué conseguía la derecha en ese entonces? Nada.
La derecha perdió el primer paso de la batalla cultural. El indigenismo no se quedó en la marcha de Evo Morales, llegó a los mapuches chilenos casi 20 años después donde tumbaron la constitución de Chile, uno de los países más prósperos de Latinoamérica.
Otra muestra de la ganancia cultural de la izquierda, se refleja el discurso del movimiento LGTB, que no se quedó en Argentina, si no se extendió de país en país con el enfoque de ideología de género, abogando en favor del aborto y de libertades sexuales; ideas que no son exclusivas de la izquierda, pero que se entienden automáticamente como pertenecientes a esa línea política.
La izquierda supo levantar sus banderas y cuando la “derecha cobarde” de Macri, Piñera, Duque y Jeanine Añez, tuvieron la opción de hacer frente, cayeron en la tibieza, en el temor, la cobardía y fallaron a sus bases que creían en ellos, devolvieron el poder a las izquierdas que vendrían más drásticamente con el “Grupo de Puebla” nacido en Puebla México con Manuel López Obrador.
Solo que aprendieron, se dieron cuenta que sus líderes (Correa, Evo Morales, Cristina, Lula y Chávez) tenían una figura muy desgastada, por lo que se organizaron con nuevas caras: Luis Arce, Alberto Fernández, Pedro Castillo, Petro, Francia Márquez, y Gabriel Boric.
La izquierda lleva una delantera tan amplia y extensa que sus militantes levantan sus símbolos con orgullo; en muchas ocasiones sin siquiera saber su significado.
Mientras tanto, la deshonrada y pobre derecha se divide y tiene líderes “tibios” que venden sus votos en los congresos o se avergüenzan de sus ideas, expresando que no son “ni de izquierda ni de derecha” Hoy se necesita rebeldía, se necesita una nueva derecha, con carácter, formación, principios, lealtad y coraje.
“Esta ala política debe empezar a ganar espacio en los debates, mostrar cómo las masas fueron engañadas por la izquierda y empezar también a luchar en la batalla cultural”
Jorge Luis Molina